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martes, 19 de julio de 2011

Teseo y el laberinto del Minotauro.


Egeo, anciano Rey de Atenas, hacía años que había perdido una guerra contra Minos, el Rey de la isla de Creta. Desde entonces, todos los años Egeo debía mandar al Rey cretense catorce jóvenes atenienses, siete doncellas y siete muchachos, para que el minotauro que el Rey Minos tenía encerrado en el laberínto de su palacio diseñado por el arquitecto Dédalo los devorase. Había llegado tan esperado día del año y la tristeza que ocultaba el rostro de Egeo fue descubierta por su hijo Teseo, quien comunicó a su padre que él se encargaría de acompañar a los catorce condenados de aquel año hacia el laberinto y de derrotar al minstruo con cabeza de toro y cuerpo de humano.

 A la mañana siguiente, antes de zarpar en unos barcos de velas negras Teseo le prometió a su padre que si lograba derrotar al Minotauro al regresar cambiaría las velas del barco por otras de color blanco. Antes de llegar a Creta, una de las noches del viaje, Neptuno se le apareció al joven Teseo en sueños y le ordenó que se tirasé al agua y que llegase al fondo del mar donde encontraría un anillo que antaño había sido perdido en ese lugar por Minos. Y así lo hizo.  Por fin llegaron al puerto de Cnosos y desembarcarón. Allí pudieron ver tanto al Rey como a su joven hija, Adriadna, una bella muchacha que como Teseo constató no cesaba de tejer. Minos dio cobijo y comida a Teseo y le anunció que sería a la mañana siguiente cuando los conducirían a él y a los condenados al laberinto. Aquella noche, Teseo se despertó sobresaltado y se dio cuanta de que alguien se había hecho con su espada. También vio que en la habitación se encontraba Adriadna, como siempre, tejiendo. La joven se acercó al muchacho ateniense y le contó que aquel monstruo con el que Teseo quería acabar era en realidad su hermano, fruto de una relación de su madre Pasífae con un toro del que por castigo de Neptuno se había enamorado. Le comunicó también que ella podría darle algunos consejos y secretos que le permitirían matar al minotauro a cambio de que le prometiese que la llevaría con él a Atenas y que la haría su esposa.

Llegó el momento de que los jóvenes y Teseo entraran en el laberinto. Antes de ello Adriadna hizo entrega a Teseo del hilo y el ovillo que durante tanto tiempo había estado tejiendo. Tras andar un rato por el sinuoso laberinto llegarón al punto donde se encontraron con la bestia que Teseo, suguiendo los consejos que la noche anterior le había dado Adriadana, logró derrotar. Ahora se encontraban con un nuevo problema, poder salir del laberinto. Pero Teseo, para alivio de los condenados, también tenía solución para ello, pues podrían hacerlo siguiendo en sentido inverso el hilo que durante todo su recorrido hacia el minotauro habían ido dejando como rastro. 

Lograron así salir del laberinto donde les esperaba Adriadna que como Teseo prometió la montó en su navío para llevarla con él a Atenas y convertirla en su esposa. Sin embargo, durante el trayecto a Atenas un nuevo Dios se apareció en los sueños de Teseo. En este caso fue Baco quien ordenó a Teseo que abandonará a Adriadna en una isla. Mientras Adradna dormía, Teseo ordenó parar en la isla de Naxos para abandonar a la muchacha, ya que si no se tendría que enfrentar a la cólera de los Dioses como castigo de desobediencia. 

Con todo el jaleo a Teseo se le olvidó cambiar las velas negras del navío por las blancas, tal y como había prometido a su padre Egeo el día de la partida. Cuando el vigía del faro de Atenas vio acercarse el navío mandó que el Rey fuese avisado. Al conocer la noticia lo primero que preguntó el anciano Rey fue el color de las velas del barco, obteniendo por respuesta que eran negras por lo que el anciano pensó que su hijo había sido devorado por el cruel minotauro y se tiró al agua y se ahogó. Cuando Teseo llegó a Tierra y halló el cuerpo sin vida de su padre decidió dar a aquel mar en el que había muerto su padre el nombre de Mar Egeo.

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